miércoles, 31 de diciembre de 2008

13 días y 12 noches

13 días hace desde que llegué al pueblo en el que nací. 12 noches durmiendo en la misma habitación que compartí con mi hermano muchos años, y que luego pasó a ser mi refugio dentro de la casa de mis padres.
Dentro de estas paredes torcidas todavía están mis sueños, mis ilusiones, mis cabezonerías de adolescente empeñado en discutirle todo a mis padres. El fuerte donde yo me hacía fuerte.

Abro un cajón y me encuentro con los trajes de Karate que empecé a usar hacia la mitad de mi vida, me topo con las cintas de música que ordenaba cada vez que llegaba la época de exámenes, con albumes de fotos que, aún reconociéndome, parecen reflejar a otro que no soy yo.

Cada armario, cada estantería contiene, como si de un libro se tratase, capítulos de mi vida que estaban enterrados en algún lugar ahí dentro detrás de mis ojos. Y aunque algunos fueron muy malos, no puedo evitar emocionarme y sonreir ante todo lo vivido porque lo que soy ahora no es más que la suma de todos ellos, y no hay uno sólo del que me avergüence.

Salgo a la calle y paseo con la cámara en la mano, como si todavía estuviese en Tokyo. Pero resulta que aquí conozco a casi todo el mundo, así que aprendo a saludar de nuevo: un movimiento de cabeza y una o dos palabras del estilo de "hasta luego" o "aupa ahí" como tanto dicen por aquí. Alguno me reconoce como "el de los videos de Japón", aunque la mayoría ni siquiera se habrá enterado que hace años que ya no vivo aquí.

Vivo la rutina de mis padres con ternura, quedo con antiguos compañeros de trabajo, con amigos de los pocos de verdad que me quedan, con conocidos de siempre. Al de tres días es como si nunca me hubiese ido de aquí y las clases de ceremonia del té, el karate, los combinis y la Yamanote quedan dentro de un viejo sueño vivido hace siglos. Ni siquiera me puedo imaginar hablando en inglés.

Y hoy, en el último día de este extrañísimo año 2008, me encuentro sentado en el Oreka, un bar de mi pueblo donde se puede utilizar internet. A mi alrededor todo son caras conocidas, y raro es ver a alguien de mi edad que no esté casado y con algún niño. Abro el blog y releo entradas antiguas de "cuando vivía en Tokyo" y no me hago a la idea de que el viernes voy a volver a estar allí.

Me he ido de pintxos, he cenado en casa de unos amigos, he ido de compras, he enseñado Bilbao a un amigo japonés que vino a verme y me espera pasar una nochevieja que poco tiene que ver con la que viví el año pasado en un templo.

Y a pesar de todo... me siento fuera de lugar. Me siento vendido en el lugar donde más tiempo de mi vida he consumido. Es como si me faltase una vida que vivir aquí y que todo el mundo tiene, como si yo fuese una interferencia dentro de la rutina de este lugar que ha seguido su curso sin mi.

Sabiendo que la misma sensación la he vivido muchísimas veces en Tokyo, me asustar pensar que ya no sé dónde está mi sitio. Pero mientras trato de averiguarlo, tengo claro que más que los lugares, con lo que más me quedo es con las personas que aquí y allá han ido haciéndose un hueco en mi corazón.

Y espero poder volver a verlas a todas en el año que empieza en nada.





¿Ande andan los Ikusukis?











Crónicas del té

Vividas y narradas tal cual acontecieron según







jueves, 25 de diciembre de 2008

Santo Tomás

Todos los que estén en esta parte de Bilbao (no la del barrio de Tokyo sino un poco más al centro) seguro que conocen lo que pasa este día. Se trata de que todos los agricultores se vienen a exponer y vender sus productos ahí en un ambiente todo chulo, y aunque la gente jóven comprar quesos no es que compren mucho, si que nos vamos a las txoznas a comer talo con chorizo y a beber txakolí (nótese que he dicho "nos")

Encima que menudo día que hizo, que por lo visto llevaba lloviendo por aquí dos meses!!

Total, que allí todo el mundo está en la calle comiendo y bebiendo desde por la mañana, y que se lo pasa uno más bien que ni sé. Así que a mi me faltaban manos para comer talo después de un par de años...

Patatas, pimientos... de todo y de calidad, oiga. Ya echaba yo de menos estos ambientillos, ya

Y muérdago!! ya estoy pensando a ver como les cuento yo lo que es esto a Akira y compañía...

Ahí ahí, vuelta y vuelta, y bien de grasilla que es como mejor sabe!

Tampoco es esto tan diferente de un matsuri... a los niños también se los viste guapísimos!

Esto de estar sentado en el suelo ahí pimplando... ainsssss


Aunque tengo que reconocer que después de haber salido la noche anterior, y del jetlag que llevaba encima, a las tres de la tarde estaba en casa durmiendo la siesta... Pero me encantó ir, las cosas como son!






miércoles, 24 de diciembre de 2008

Me cuidan, me cuidan

Buff! por fin he conseguido arramplar un poco de internet aquí en casa de mi hermano...

Aunque los trenes van medio vacíos y nunca llegan a la hora ni me acabo de acostumbrar a saludar a gente por la calle, que sepáis que me están cuidando muy bien y que me estoy poniendo tibio!!

Ole mi señora madre cómo corta jamón, ole, ole y ole!!!


¡¡ Chatos, que la cosa os vaya

muy ikubien estos días !!




Por cierto, pedazo de sobrina guapa que tengo, majos... ya os la enseñaré, ya!



miércoles, 17 de diciembre de 2008

Kokoro

Hace casi dos años sentía pena, añoranza de las horas pasadas apenas unos momentos antes, miedo a lo desconocido. Lágrimas imposibles de contener, escondidas, disimuladas dirigiendo la mirada a la ventana del avión para que sólo el cielo las vea. Pensamientos que no se pueden detener, de lo vivido, de lo que dejo atrás, de lo que vendrá. Intento pararlos leyendo el libro que descansa en mi regazo, pero no consigo concentrarme en aquellas letras y vuelvo a llorarle al cielo una y otra vez.

Me confundo con miles de personas que buscan, como yo, donde tienen que estar para cambiar de avión. Si, Tokyo está un poco más cerca, pero también Bilbao y Zalla cada vez más lejos.

Por fin llego donde debo estar, me siento en el suelo y ésta vez consigo avanzar con el libro que todavía está húmedo por la última lágrima derramada. Trato de leer esa página rápido, me salto párrafos intentando dejarla atrás y, con ella, mi vida anterior. Como si al no verla, al no pensar en ella, todo se hiciese más fácil.

Vuelvo a estar sentado dentro del avión, ésta vez será infinitamente más largo, como seis veces más, así que tengo mucho más tiempo para sentir mis pensamientos, pensar mis sentimientos...

Y por más vueltas que le doy, no consigo saber si es la decisión correcta, no hay nadie a mi lado con quien hablarlo y lo peor es que tampoco habrá nadie allá donde voy.

Estoy sólo, yo y el cielo.

El libro consigue atraparme con su historia y junto con dormir y despertar incontables veces, consigo llegar a Tokyo acallando a ratos a mi corazón.

Mañana, casi dos años y miles de experiencias después, me reencontraré conmigo mismo.

Pasearé por calles que me han visto jugar, reír, llorar, crecer... lugares que saben cosas de mí que yo habré olvidado. Quizás mis pasos me lleven a aquél portal donde besé por primera vez, o al jardín de la iglesia desde el que me caí y quedé inconsciente, momento que el espejo siempre me recuerda. Volveré a entrar al bar donde me sorprendí peleándome por defender a un amigo... bares donde tenía tantos amores inconfesables disfrazados de amistad.

Volveré a ver a todas esas personas que antes estaban y ahora volverán a estar al menos durante dos semanas. Y bajo la luna, que es más mía vista desde allí, daré todos los abrazos y besos que les he ido guardando durante 667 días.

martes, 16 de diciembre de 2008

El pastaceites

Érase que se era que la profesora del té nos invitó a su casa el sábado pasado para despedirme, así que el día anterior, como buen invitado docto en las artes culinarias freitiles,

¡Me curré una tortilla de patatas del copón!

Y allí que la llevé y nos pusimos todos como el Toshikiko, pero esto, oh amigos, es otro acontecido que otrora será narrado.

Andaba yo oteando el súpermercado con la cesta llena de huevos, patatas y cebollas cuando me encontré ahí un productaco digno de ser portada de la sección de la madre de Peneke:

A simple vista, parece un mejunje para hacerse ahí tortitas o algo

Pero, queridos lectores, dejadme que os cuente qué es exactamente este nuevo producto que hemos bautizado como

El pastaceites©Ikusuki Names


Al acabar de hacer la tortilla, la sartén quedó llena de aceitaco ahí todo guarro que no es menester tirar por el desagüe, y uno la verdad es que nunca sabe qué hacer con él porque en teoría se puede reciclar pero nunca se sabe dónde. O por lo menos yo no lo sé (seguro que Jonathan si).

Así que uno se compra un paquete de pastaceites, abre una de las bolsillas y echa el polvillo que viene en el aceite:

El aceite tiene que estar todavía caliente, a unos 40ºC (que digo yo... ¿cómo se mide esto? ¿se mete el termómetro rebozao dentro?)

Los polvillos se disuelven cual colacao y ya sólo queda esperar a verlas venir

Y en un cuarto de hora, aquello se vuelve sólido!! o mejor dicho, se pastaceita!!


Lo último que queda es coger con la mano la pastaceitez y tirarla a la bolsa de la basura...

¿Y tú? ¿Ya pastaceitas?

lunes, 15 de diciembre de 2008

Ya es Navidad

¡¡ Que lo dice Godzilla !!


Ahora que el año pasado también lo dijo...



Instrucciones

Hombre, empezar no empiezan mal...





viernes, 12 de diciembre de 2008

Epílogo







miércoles, 10 de diciembre de 2008

El día en el que me dieron una ostia como un pan



Fvalenciano, el vídeo es impagable, te ha quedado impresionante, en la vida habría podido yo hacer algo así.
¡¡Mil gracias!!


Subid el volumen, y si lo véis en la página de Vimeo en HD y pantalla completa, mejor que mejor!!

La crónica no va mucho más allá de lo que habéis visto. El día anterior me compré un protector bucal cuyas instrucciones no entendí porque estaban en japonés, así que no fuí capaz de moldearlo y no lo usé, menos mal que la ondonada no aterrizó en los piños.

La competición empezó a las nueve de la mañana, pero yo no peleé hasta más de las cuatro de la tarde. Aún así pasé un rato guay con fvalenciano y elmimmo viendo otros combates y calentando con algún compañero del dojo pegándonos ahí suave.

Cuando me dieron el libro en el que pone con quién te toca, me dí cuenta que fue el pavo que ganó el anterior campeonato en el que yo también competí. Su padre tiene un gimnasio, y el tío parece que está jarto de competir, pero no es excusa porque me ganó limpiamente. Al principio le meto una patada de frente, pero no puntúa porque me caigo al suelo. Después le intento dar, pero aunque le pillan cerca no le alcanzo. Y el momento cumbre... ni me enteré por donde vino. De repente estaba en el suelo, veía todo negro con chiribitas y si miraba para otro lado que no fuese el suelo me mareaba. Así que ya me creo las películas esas en las que de una ostia le dejan al policía KO, joder que si me lo creo!

A parte de la mandíbula descojonada y no poder comer bocatas por una temporadilla, me fui contento porque no lo hice mal a pesar de haber perdido en el primer combate. Y sólo por el pedazo de vídeo, y las pedazo de fotos, ya ha valido la pena con creces!!!

Ossssstia que me llevé




La cámara que imprime fotos

Aquí va un tentempié pa de mientras sale el vídeo del horno:

Vi los anuncios en el tren, y me dije, ¡ tate, esto hay que afotarlo !

Y afoté la cámara que afota cual buen afotador que foy... digoooo, ¡ soy !


Y arrebuscando en el tubo ese que es pa tí, voy y me encuentro el anuncio...



La cámara más que imprimir las fotos, las pare !!

A la espera me quedo de que pongáis lo que todos estáis pensando, que me lo veo venir!!!



martes, 9 de diciembre de 2008

Ya os contaré, ya

De momento, aquí van unas fotos que sacó elmimmo:










El video, grabado por fvalenciano, está en camino...

¡Gracias a los dos!




lunes, 8 de diciembre de 2008

Y me sonreía

Al principio de mi calle había un mendigo, un señor cuya edad seguro que era mucho menor de la que aparentaba. En la cabeza siempre llevaba un gorro de lana de esos con una bola en la punta, y guantes medio rotos protegiendo a duras penas unas manos que la mayoría de las veces sostenían una botellita de sake del combini, eso sí, de las baratas.

Su casa estaba formada por la magistral disposición de unas cajas de cartón junto a una marquesina de madera. Su armario, que hacía las veces de nevera y estantería, era la cesta de la roñosa bicicleta que estaba aparcada siempre a su lado. Costaba creer que esa bicicleta se moviese, aunque costaba más imaginar a su dueño montado en ella.

Una noche yo volvía a mi casa, que por aquel entonces quedaba muy cerca de donde él había elegido tener la suya, y al pasar por delante me tropecé con un adoquín que sobresalía armando bastante ruido al intentar no caerme. De entre los cartones asomó una bola de lana y seguido una voz que gritó algo perfectamente entendible sin importar demasiado el idioma.
Asustado también, grité un "sumimasen" y seguramente hice una reverencia y puse bastante cara de miedo porque su respuesta fue sonreir y hacerme un gesto con la mano dándome a entender que no pasaba nada. Un segundo después había desaparecido entre los cartones.

Yo seguí mi camino con cierto temor, mirando hacia atrás de vez en cuando asegurándome de que no me seguía y recuerdo que apretaba los puños dentro de la chaqueta como para intentar darme valor en el caso en que algo malo tuviera que pasar. Pero no pasó, y al día siguiente por la mañana, como todas las mañanas, no quedaba ningún indicio de que alguien hubiera dormido en la marquesina. Ni cartones, ni botellas de sake vacías, ni siquiera mal olor. Nada.

A partir de ese día nos hemos cruzado unas cuantas veces, o más bien se puede decir que yo he pasado por delante de su casa, de su habitación, estando él allí. Si ya era de noche, le encontraba durmiendo metido en su saco de dormir azúl que a duras penas entraba en el banco de la marquesina. Y sabiendo que al día siguiente tendría trabajo que hacer bien temprano recogiendo su casa para irse a lugares que sólo él sabría, yo ponía especial atención en no volver a tropezar en el adoquín.

Si el azar quería que volviese de día, entonces él estaría sentado en su marquesina bebiendo sake y apurando algo parecido a un cigarrillo. La primera vez creyó reconocerme y me miró a la cara desde lejos, cuando yo incliné la cabeza a modo de saludo-confirmación, él me sonrió y repitió el gesto. Y desde entonces, siempre que nos cruzábamos, él me sonreía y yo insconcientemente aminoraba el paso para disfrutar de esa sonrisa que me parecía tan amigable, tan sincera a pesar de estar compuesta por cuatro dientes horribles colocados a destiempo.

Yo volvía de mi mundo de oficinas, ordenadores y estrés, y me cruzaba con su mundo, el de cajas de cartón, días al aire libre y botellas de sake de las baratas pagadas con dinero que no quiero ni pensar de donde habría salido.

Y me sonreía.

Después el invierno se recrudeció, el viento helaba el rostro y el ánimo, e incluso nevó. Y por mucho que yo volviese pronto a casa, no volví a ver cartones en aquella marquesina, ni la bici cargada de trastos escogidos sin sentido aparente, ni aquél trozo de saco de dormir azúl que sobresalía del banco, porque no le cabían las piernas.

Me lo imagino recogiendo y plegando las paredes de su casa que construyó la noche anterior en algún lugar más cálido que mi barrio. Seguramente con dolor de cabeza y con el reto de buscar qué comer ese día mientras se mueve por Tokyo con la bicicleta en las manos. Y me gusta pensar que todavía quiere sonreirle a la gente, aunque sea enseñando algún diente menos.

Todo por no aceptar que quizás haya muerto.



Nota: esto sucedió el invierno pasado




viernes, 5 de diciembre de 2008

Que tengo competi!

Pues eso, que mañana por la mañana me estreno como cinturón negro y tengo competición de esas en las que no hay que ponerse casco, como los mayores. Después de la gripe que he pasao ando todavía un poco chungo, pero es igual porque mañana saldré ahí a ver que pasa con todas mis ganas.

La cosa es que en la última competición creo que me fue tan bien porque todos eran cinturones marrones o menos, pero ahora el único filtro que hay es que el que se me ponga delante pesará menos de 65 Kgs, como yo, porque todos serán cinturones negrucos... Aunque no importa, porque en Zalla los fines de semana siempre había peleas contra los de Zorroza y Barakaldo, y anda que no aprendí yo nada de mis maestros nens!

En fin, pase lo que pase, fvalenciano estará ahí para grabarlo y luego a la noche habrá celebración aunque sea porque todavía tengo todos los dientes!!

Atención a la perillaca toda guarra que me he dejao para dar miedo!! (o pena, bien mirao...)


Si alguno de Tokyo no sabe muy bien qué hacer el sábado a la mañana y le apetece pegar cuatro gritos, el lío está a seis minutos de la estación Heiwajima:





jueves, 4 de diciembre de 2008

Onigiri

Nuria lo contó el otro día, pero aquí vengo yo a dar mi versión. El onigiri este no es ni más ni menos que una forma súper cómoda de zamparse un bolondrio de arroz con algo dentro así según va uno. Te tiene que gustar el sabor del alga nori, porque todos tienen, y luego pues lo suyo es escoger bien lo que tiene dentro porque te puedes encontrar casi de todo: salmón, una ciruela toda salada, natto...

Suelen valer muy baratos, del orden de 100 yenes, y te los puedes encontrar en cualquier combini siendo muy llevables para viajes por ahí de esos de viajar viajando. El día que yo fui al monte Takao, me llevé un par de ellos y más contento que unos taikos subí parriba!

Esta es mi cena de ayer, cargado a la cuenta de gastos del blog! (ya podía, jaja)

Pero, ¡espérate!, ¿qué son esos numeracos? ay madre!

Ah vale, que el alga y el arroz vienen a parte para que cuando te lo comas el alga no esté toda ablandurriada.. ¡¡qué MacGyverada!!

Eso si, si uno tiene los dedos como frankfurts (que es el caso), no siempre queda tan chulo...

Este venía ya montao, de ahí que haya quedao tan aparente


No se si os conté que fui a la boda de Akira, pues en la fiesta de después los que la dirigian llevaban dos disfraces: uno de flan y otro de onigiri. ¡Anda que tardé poco en robárselo y sacarme una foto!




¡¡ el IkuOnigiri !!





miércoles, 3 de diciembre de 2008

Yo... por comentar

El número de comentarios es, sin ninguna duda, uno de los factores que miden el grado de éxito de un blog. También tenemos el número de visitas diarias, que desdeluego es mucho más fiable, pero este dato no es casi nunca público. Así que en lo que uno se fija cuando llega a un blog, es en el número de comentarios que tienen sus entradas porque cuantos más hay, parece que se es más popular, que hay más gente a la que le interesa lo que se escribe.

Por supuesto, que un blog sea popular no quiere decir en absoluto que sea bueno y al revés.

Pero si sigo el razonamiento del principio, puedo decir que el blog de Ikusuki se ha hecho popular. No es raro que las entradas tengan más de 15 comentarios, y si nos vamos al dato significativo, sois unas quinientas personas las que entráis cada día a ver qué se cuece por aquí.

Todo esto ha tenido un triste efecto colateral y es que la gente que conocía personalmente, los que me apoyaron al principio cuando vine hace tiempo que dejaron de escribir. Es como si se sintiesen intimidados, o que se han cansado que también es entendible dado que estaban desde el principio.

En esta andadura de casi dos años, ha habido gente que ha pasado de comentar todos los días durante una temporada con un entusiasmo imparable... a desaparecer para siempre. He intercambiado con ellos muchos mensajes, algunos bastante personales, para no volver a saber si ni siquiera siguen entrando.

También los hay que se dedican siempre a sacar fallos y darme consejos sobre como escribir, como sacar fotos, como vivir... y luego están los que vienen buscando el blog sobre Japón que no van a encontrar y desisten de seguir preguntando porque se dan cuenta de que no sé las respuestas.

A otros les entusiasma todo lo que pongo, y la mayoría, afortunadamente, me cuentan de una manera sincera lo que les parece esto que hago más o menos todos los días delante de la pantalla desde hace ya ni sé cuantos.

Me doy cuenta de que es un perfecto reflejo de la vida real, de cómo son las personas. Yo soy el mismo, o eso quiero creer, y con cada nuevo escrito que dejo encima de la mesa, veo a distintos espectadores que entran, lo cogen, lo leen y algunos optan por dejar su opinión. Y con cada comentario, se va conociendo un poco más a su autor y cuesta poco imaginar cómo será esa persona en la vida real.

Siempre que puedo le doy prioridad a contestarlos: a los que siempre me sacan fallos y me dan consejos no les suelo tener en cuenta, porque sé que son así, tienen que intentar demostrar que son mejores y así seguirán siendo. Con ellos soy diplomático y, como en la vida real, trato de evitarles lo máximo posible sin demasiados enfrentamientos que no interesan, como ellos. Y es que tengo una edad ya para aguantar este tipo de personas que sólo saben dar por saco.

A los que llegan aquí buscando el blog de Japón que no es, trato de ayudarles con lo que me preguntan siempre y cuando sepa la respuesta. Y si no, no. Porque para buscarla en google y pegarla aquí lo pueden hacer ellos mismos, y nunca me las daré de entendido sobre algo que no sé.

Con todo el resto he establecido una especie de amistad que da el respeto de saber que siempre están ahí interesados en lo que yo pueda contar, y aportan más información dando puntos de vista que no se me habrían ocurrido. Es enriquecedor, por ejemplo hay nuevas entradas del blog que han surgido como resultado del rumbo de los comentarios de alguna anterior y otras que he escrito expresamente pensando en un comentarista en concreto.

Eso por no hablar de todos los mensajes de ánimo cuando éste está bajo, que realmente ayudan y mucho más estando donde estamos y como estamos.

Así que esta es mi reflexión y tal cual me ronda por la cabeza la escribo aquí y, de paso, aprovecho para dar las gracias a todos los que entráis y venís hasta la mesa a recoger la hoja y después me decís lo que os ha parecido sin pejiguerías de pretender ser más que nadie, de igual a igual, como debe ser.

Al resto, a los que vienen a dar por saco faltando al respeto y haciendo alarde de ser unos lumbreras, a esos acabo de decidir que voy a ignorarlos por completo porque me he dado cuenta que no es posible razonar con ellos. Y, mira tu por donde, que esto mismo es lo que hago en la vida diaria con unos cuantos que conozco y me va bastante bien.

La mejor foto de Noviembre


Algunos verán isos, tiempos de exposición, aperturas de diafragma... pero yo veo uno de los últimos días del año 2008 en el que todavía se podía estar en manga corta en Tokyo. Recuerdo compras en Shibuya, y muchos pasos, y la nostalgia de visitar el estadio donde competí unos meses atrás, y esa sensación de llegar a casa completamente exhausto, pero con una especie de satisfacción, de calma por dentro.

Como si hubiese sido feliz de verdad por unas horas.




Otros pixeles de mi vida en Japón:

lunes, 1 de diciembre de 2008

Los 47 ronin


Estaba yo el domingo delante del ordenador tanteándome un poco a ver cómo andábamos de gripe, cuando al abrir las cortinas vi un pedazo de día ahí puesto. Así que cerré el paint y solté el ratón que manejaba con la mano izquierda para hacer el nuevo diseño de Ikusuki (por lo visto), y me fui hasta Sengakuji donde, amigos, aconteció una gesta digna de ser narrada:


Resulta que había dos señores feudales allá por los años de Mariacastaña que no se llevaban muy bien que digamos. Uno de ellos, un tal Kira Kozukenosuke, no hacía más que tocarle los tocables al otro, un tal Asano Naganori. Tanto le provocó y le humilló en público, que éste último mientras estaban dentro del castillo de Edo, perdió los papeles y sacó una daga con la que intentó matarle sin éxito. Cuando se quiso dar cuenta, los guardias le habían detenido.



Y si cualquier acto de violencia era considerado una ofensa terrible dentro del castillo, lo que Asano hizo se consideró tan grave como para ordenarle que se suicidase. El provocador, el tal Kira, sin embargo, quedó libre el muy perrete.

El hombre se suicidó y todos los bienes de la familia de Asano fueron requisados, quedando arruinados, y los samurais se convirtieron en ronins al quedarse sin dueño. Kira, por su parte andaba temeroso porque se vengaran, así que reforzó su seguridad, menudo gañán que sabía perfectamente que caía más mal que mal.


Oishi Kuranosuke, el jefe de los samurais, se dedicó a actuar extrañamente, yéndose de juerga y haciendo barbaridades y chorreces por las noches con lo que se ganó fama de borrachucio y de estar echao a perder. Un tiempo después se divorció de su mujer, y dicen que sus hombres le pagaban compañía de geishas para tratar de que se calmase.


Todo esto llegaba a oidos de Kira, que pensando que no había nada que temer de un samurai tan acabao, relajó su guardia y descuidó su seguridad. En ese momento, dos años más tarde de la muerte de su amo, 47 ronins guiados por Oishi Kuranosuke entraban en la mansión de Kira y le ofrecían quitarse la vida honradamente como un samurai. Finalmente, ante su negativa, Oishi le cortaba la cabeza y la llevaba al templo de Sengakuji.


Como castigo, les ordenadon suicidarse, a los 47, aún gozando de la simpatía del pueblo que entendían y apoyaban lo que habían hecho.
En Sengakuji, que está a muy pocas estaciones de mi casa, están las 47 tumbas de los 47 ronin que se suicidaron un 14 de diciembre del año 1702:

En la estación de metro están grabados los nombres de los 47 ronins

Y nada más entrar al templo, podemos ver la estatua de Oishi Kuranosuke

Es un templo pequeño, apartado por lo que no había mucha gente aunque supongo que se llenará dentro de nada, el día 14, que es el aniversario de los acontecimientos. Lo que más llama la atención es el olor a incienso que hay, no es como en todos los templos, es mucho más fuerte porque hay mucho más ardiendo en ese momento.

Este hombre vendía "fajos" de incienso y te los prendía allí mismo

Después te los daba en una bandeja, con lo que podías ir dejando los que quisieses en las tumbas

Y este es el mapa de las tumbas con los nombres de los 47

Entre el silencio, el humo y el olor del incienso y las tumbas... madre mía, qué momento

En cada una de ellas estaba escrito su nombre y su edad: 25, 27, 32... muy muy jóvenes

Y a parte de incienso, también había monedas en algunas tumbas de 50, 100 e incluso 500 yenes

Cuentan que cuando los samurais venían al templo con la cabeza de Kira, la gente les daba agua y les animaba

Impresiona pensar que la historia fue verdadera... 47 personas sucidándose por defender el honor de su amo, planeándolo durante dos años...

Atención al dato: aquí es donde los samurais lavaron la cabeza de Kira al llegar al templo

Es como un pequeño pozo con agua, que lo tienen así de protegido...

Es el templo de las tumbas y el incienso... y una gran historia detrás

Lo típico del lugar son los tambores usados por los criados de los ronins

Apuntad: estación Sengakuji de la línea Asakusa, el templo está super cerca de la estación. También se puede ir andando desde Shinagawa, pero igual es un poco lío... la línea Asakusa coincide con la Yamanote en las estaciones de Gotanda y Shimbashi, así que no tenéis excusa!