Llevaba coleta la chica que quiso jugar a que nos conocíamos de siempre y me agarraba de la mano sin ni siquiera saber mi nombre.
Aquella noche pasaron cosas. Hubo muchos momentos de esos que vienen a la mente añadiendo cada vez algún nuevo detalle, y de paso haciendo que se conviertan en algo más real, como siendo un poco menos recuerdo.
Fue un buen mes, el ambiente de la oficina era el mejor que había habido siempre, y que habrá, al paso que van las cosas. Así que esa tarde fuimos a la fiesta de bienvenida de Akira como el grupo que nunca debimos dejar de ser: con sonrisas sinceras y principios de lo que parecían amistades. Y comimos, bebimos, reímos, cantamos... cada uno en su idioma y en el de todos a la vez, porque el alcohol suelta lenguas y aviva ingenios.
A algunos no nos esperaba nadie en casa, así que cambiamos el último tren por el primer bar de una conocida zona de Tokyo. Y a uno siguieron otros y otros. Tampoco era tan distinto que salir por mi pueblo, salvando las distancias, e incluso no faltó el momento en el que decidí salir fuera a refrescar la vista y purificar el olfato.
Me senté en una valla, y una chica vino y se me puso enfrente. Estaba tan borracha que me gustaría saber cómo me veía, si es que lo hacía.
- Estoy tan borracha que casi no veo - me reconoció en inglés
- Ya veo ya, cuídate, ¿eh?
- Gracias, tu eres muy guapo. Te quiero
- Jaja, claro claro
Entonces vinieron dos amigas, la cogieron cada una de un brazo riéndose y se la intentaron llevar.
- Perdona, ¿eh?, es que ha bebido un poco -y al hacer el gesto de "un poco" con la mano se le escapó una carcajada
- Nada nada
- No te olvides que te quiero mucho, ¿eh? -dijo la primera sin ni siquiera levantar la vista del suelo
- No no, tu tranquila que no se me olvida
Y en lo que fue un intento desesperado por ir recto, las tres chicas se fueron caminando zigzageando por delante de la puerta del bar de donde yo había salido hacía ya un rato.
Volví a entrar, pero allí no estaban mis compañeros. Llamé por teléfono al único que tenía en mi agenda, y no tenía cobertura. El primer tren no salía hasta cuatro horas más tarde y yo era la segunda vez que salía por aquél lugar, así que la cosa pintaba, cuanto menos, emocionante porque no tenía ni idea de qué iba a hacer todo ese tiempo ni para donde tirar.
Entré en dos, quizás tres bares más buscándoles sin éxito. Así que, cansado, me senté en la entrada de algo parecido a un portal.
Como si el sentarse sólo fuese la estrategia a seguir, una chica vino y se sentó a mi lado.
- Hola, ¿estás sólo?
- Si, un poco
- Si quieres yo te doy un masaje
- Vaya, y yo que pensaba que había ligado. No no, gracias
- ¿Seguro?
- Segurísimo, no hay nada que hacer
- Ya veremos. ¿De dónde eres? tienes un acento raro
- Del norte de España, no se me da muy bien hablar en inglés. ¿Y tu? no eres japonesa, ¿verdad?
- No, soy china, aunque llevo aquí muchos años
- ¿Hablas japonés?
- Si, tendré acento supongo, pero la mayoría del tiempo hablo en japonés
- Ala, que envidia, yo ahí ando aprendiéndolo
- Bueno, al final si vives aquí acabarás hablando aunque no lo quieras
- A ver si es verdad
- ¿Porqué estás solo?
- He perdido a mis compañeros de la oficina, luego en un rato les seguiré buscando
- Pero si quieres puedes estar conmigo y así no estás sólo
- Jaja, no no, de verdad, gracias
- Para mi no sería ni trabajo, ¿eh?
- Es todo un honor, pero de verdad que no, lo siento
- Vale, pues me voy a lo mío. Que tengas suerte con tus compañeros
- Gracias, y tu con lo tuyo
- Jaja, a ver
Y la chica se fue por donde vino. En cuanto la perdí de vista, me levanté y me fui en la otra dirección, no fuese a ser que la cosa se complicase y volviese con alguien que tratase de convencerme de una manera menos agradable.
De repente estaba en un bar con un vaso de té en la mano dispuesto a quedarme allí hasta, por lo menos, que el maquinista del primer tren apagase el despertador. En el camino al baño, pisé a una chica, con fuerza, con todo el talón en el medio de sus dedos. Ella gritó, yo puse cara de circunstancia, sabiendo que le tenía que estar doliendo con ganas y le pedí perdón todo lo sentido que pude. Le quitó importancia, y me dejó seguir mi camino.
Cuando volví de mi misión prioritaria y volví a pasar por delante de ella, le pedí de nuevo perdón, y, otra vez, me dijo que no me preocupase, que esas cosas pasaban.
Pasaron muchos minutos, quizás alguna hora, yo tuve que volver al baño y en la puerta me crucé con ella que me sonreía. Yo fui a lo mío. Al salir y pasar por tercera vez a su lado, ella me tiraba besos con las dos manos. Me acerqué riéndome y le dije que si tanto le había gustado, que le pisaba el otro pie.
Ella se reía y de repente me cogió de la mano, me atrajo hacia sí y me dijo al oido:
- Tampoco me ha dolido tanto
A aquella frase le siguieron otras muchas. Hablamos durante tiempo, me presentó a sus amigos y cuando supieron que me había quedado sólo, me llevaron a otros bares, y cantamos, y bailamos, y bebimos para acabar luchando contra la futura resaca comiendo ramen.
Uno de los amaneceres más bonitos que recuerdo puso fin a aquella noche en la que sentí que, a veces, la luna juega con nosotros como si fuésemos muñecos y nos mueve y nos maneja de una manera irónicamente espontánea. Como si todo fluyese, pero así, de esa forma, como ella lo ha dispuesto.
- Dicen que si la Tokyo Tower se apaga cuando dos novios la están mirando, que entonces su amor se romperá para siempre
- Pero tu y yo no somos novios
- Claro que no, ni lo vamos a ser. Igual por eso estaba ya apagada cuando vinimos
- ¿Pues sabes qué? que me alegro de haber perdido a mis compañeros, aunque tu no me quieras besar
- Es que no te conozco
- Pero me agarras de la mano
- Si, y te tiré besos con las manos. No me preguntes porqué
- Porque te pisé y te pareció mono cómo me disculpé
- Me caiste bien... ¿sabes porque no te beso ni podemos ser novios?
- Porque ya tienes uno
- ¿Cómo lo sabes?
- Se nota, pero me da igual, yo tampoco quiero tener novia
- Eso lo dices para fastidiar
- Un poco si
Después el metro nos separó, y cuando llegué a casa me dí cuenta de que no me acordaba de su nombre, ni siquiera sé si me lo dijo. La verdad es que poco importa.
Hideo era el de su novio. Ese no se me olvida.